Un recuerdo de Maqui
El corazón me dio un vuelco cuando la vi. Me asustó. Lo primero que me sorprendió fue su prominente cabeza. Sus cejas eran anchas y daban a su mirada cierto aspecto de agresividad. Sus brazos eran deformes, y no dejaba de llorar.
Intenté que no se notara mi pánico. Yo había llegado con la intención de salvar al mundo desde aquella escuela, y ahora Macarena, con tan sólo 12 años, me hacía conocer una realidad mucho más compleja de lo que imaginaba. Ideales de justicia social, de inclusión, de igualdad de oportunidades, expresaron su conflicto en forma de gotas de transpiración que brotaron por todo mi cuerpo.
Las semanas fueron pasando. No sé qué especie de milagro me retuvo en aquel lugar. Macarena ya no me asustaba tanto, al menos sus intentos de querer pegarme y morderme eran menos frecuentes.
El tiempo transcurrió y fuimos conociéndonos más. Y eso permitió también que comenzáramos a amarnos. No se trató de recetas mágicas y tal vez ni siquiera de un don especial. Las cosas cambiaron a medida que pasamos tiempo juntas, escuchándonos y divirtiéndonos en las cosas cotidianas. Cuando Maqui tenía sus crisis de llanto, nos abrazábamos y la angustia parecía pasar más rápidamente. Nuestros cuerpos comenzaron a ser familiares y un mejor medio de comunicación.
Jesús me estaba enseñando a mirarla con sus ojos. Con esa mirada de amor, de valoración y de respeto. Maqui, así la llamé, solía decirme: “Cantale a Maqui Dale alegría a mi corazón”, una canción de Fito Páez que sigue: “es lo único que te pido al menos hoy, y ya verás, las sombras que ayer estuvieron no estarán. Y ya verás que no necesitaremos nada más”. Era su pedido claro e innegable.
El amor ahuyentó el temor que sentí inicialmente. Mis ojos fueron comprendiendo su aspecto, pues su enorme cabeza y sus brazos deformes eran Maqui, mi alumna querida. Sus llantos disminuyeron y pienso que mi amor fue en buena parte su alivio. ¡El señor me permitió ver un bello ser integral para que yo abrace y ella me diera amor. Yo quise salvar su vida en el nombre del Señor y resultamos siendo ambas salvadas por la inclusión que viene del corazón de Dios. Sin que yo lo supiese, desde el comienzo Dios puso a Maqui en mi camino.
Una mañana, cuatro años después, la salud de Maqui desmejoró repentinamente por problemas cardíacos. Falleció tras dos días de internación. Intenté hacerlo pero no pude despedirme de ella. Lo lamento aún hoy. Pero a pesar que el Señor se la llevó con Él,
en muchos sentidos Maqui sigue conmigo, y es que las relaciones
de amor nos hacen eternos.
Macarena Carrizo |
Unos días atrás soñé con ella corriendo y saltando alrededor mío.
Maqui reía tanto que provocó que yo también sonriese...
Que hermoso que pudieron conocerse una a la otra y que se lo permitieron. Como cambian nuestra manera de vernos cuando nos conocemos. Me conmovió cuando lo contactaste y ahora en este escrito. Gracias por animarnos a a enfrentar ese miedo a lo diferente.
ResponderEliminarSon los caminos recorridos con experencia donde dejamos huella de nuestro amor estoy segura lo importante que ha sido Macarena y lo que la hiciste sentir la hizo parte de tu vida, si es cierto que la nombraste y de verdad espero volverla a sentir que la nombras y entonces es de todos. Gracias por tanta enseñanza, sencibilidad y ternura. Noemi
ResponderEliminarHe leido todos, y me gusto mucho, escribir de nosotros es permanecer en los otros, aquellos que se emocion y comprenden se enriquesen, y es una valentía hermosa compartir la vida.Te quiero
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